viernes, 11 de febrero de 2011

Ejemplos de cartas de amor

De un niño a su maestra: Hola profe. Gracias por darnos clase, eres la mejor de todas. Contigo aprendo mucho y me lo paso muy bien en clase. Eres muy guapa. ¿Puedo ser tu novio? Porfi.
De un joven a su novia: LLevamos tres años juntos y has hecho que mi vida cambie por completo. No hace falta que te diga lo que siento por tí, ya lo sabes bien, vivo para tí. No sabía que regalarte así que he ido a lo seguro. Espero que te guste. Esta noche nos vemos, reina mía. Estate arregleda que tengo una sorpresita.
Te quiero.
De un anciano a su mujer: Gracias cariño por haberme hecho disfrutar todos estos años de tu compañía. No sé que habría hecho sin tí. Hemos criado a unos hijos maravillosos y aunque ha habido malos momentos, podemos sentirnos orgullosos de haberlos superado juntos y conseguir llegar hasta aquí. Cada día que pasa te quiero más. Gracias amor.

sábado, 29 de enero de 2011

Diario de vacaciones

Día 1: Disfrutando de mi primer invierno en el campo: podando las hermosas y aromáticas arizónicas, reforzando la verja de rugoso cemento para que no la arranque el ruidoso viento, quitando el riego para que el frío helador me deje de estallar las suaves y humedas tuberías y no se me siga encharcando ni el delicioso tomillo ni la dulce hiervabuena, disfrutando de las silenciosas noches...
Día 2: Me he dislocado la muñeca mientras entrenaba. Importante contratiempo que me va a tener parado mes y medio; si no es más tiempo.
Día 3: Sin miedo me comí hoy el bollo con leche. Rico, muy rico, pero costoso. Lo compré el lunes y hoy jueves, quedó duro. Aún con leche fue dificultoso ingerirlo. Os lo confirmo.

Propuesta educativa para un sábado por la mañana

Ahora que se acercan los meses de buen tiempo, que mejor forma de pasar la mañana de un sábado que mediante una actividad educativa. El Museo de la Biblioteca Nacional puede ofrecernos un plan idóneo previo al aperitivo.
http://www.librosylugares.com/espana/madrid-museo-biblioteca-nacional-espana

ESCRITORES.ORG - CONVOCATORIAS CONCURSOS LITERARIOS

En el siguiente link podéis encontrar un listado de concursos literarios que se reaizarán en 2011, incluyendo bases de los concursos, premios...

http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/concursos-literarios

lunes, 29 de noviembre de 2010

Taller de escritura

Al caballero Arnaldo le gustaba comer las setas asadas con la salsa de la carne de ciervo con que servían el plato en el ventorro del Lobito. Quizá gustarle no sea el término más adecuado; le encantaban. Era pasión lo que sentía por esas setas.  En cuanto llegaba el otoño, tras acabar sus quehaceres diarios en el castillo de su señor, el duque de Osuna, Arnaldo colgaba la armadura y acompañado de su fiel escudero y amigo, el recio Alvar Montoya, cabalgaban juntos hasta el ventorro para deleitarse con el sabor de unas setas que hacían ensalivar cada noche a los parroquianos que ansiosos esperaban a que Filomena, la dueña del ventorro, sacara de entre las brasas la tinaja de barro con tan rico manjar.

Sin embargo, aquella noche...

Nano dijo...
Dióse el caso de que una de estas noches de ansia de las papilas gustativas, un sucio y zarrapastroso vagabundo secuestró, a punta de navaja a Filomena, delante de todos los presentes. Ninguno se levantó para defender los ideales de la comarca, así que el caballero Arnaldo, levantóse y a guisa de perdón, arrebató de una patada la navaja del mendigo. Entonces Filomena le cogió por el cuello y.... CRISTINA.DR dijo...
Metió la cabeza del mendigo en una olla con agua hirviendo que tenía junto a la chimenea. Todos se quedaron asombrados por la acción de Filomena. Excepto Arnaldo que ya conocía muy bien a Filomena.El mendigo que dio un espantoso grito de dolor y ....

Mi hermano

"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."

Al principio, Pablo, ajeno a mis sentimientos, me miraba perplejo, sin llegar a entender realmente porqué su gemelo actuaba de ese modo tan extraño y, ¿por qué no decirlo?, tan extravagante. La verdad es que nunca llegó a entenderlo, pero con los años se fue acostumbrando, o eso me parecía. Al final, ya se reía cada vez que me levantaba antes de tiempo y corría apresurado, dejándole atrás. Siempre me gustó esa sensación.

Cuando se fue a Alemania le eché de menos, no voy a negarlo. Hasta le escribí en un par de ocasiones. Sé que le hizo ilusión...

lunes, 18 de octubre de 2010

Descripción de debajo de la cama


Sobre el frio azulejo marrón se enclavaban firmes las seis patas del canapé. Como hicieran hace siglos las columnas de Halicarnaso, aquellas patas, redondas, negras, brillantes y pesadas, aunque viejas y deterioradas por el cruel e inexorable paso del tiempo, aún se mantenían ahí, orgullosas, reflejo de lo vivido, sujetando sin tapujos el abombado techo de tela que irregularmente se desprendía a lo largo la cama. Creaban así, en su conjunto, un rectángulo perfecto, sombrío y apartado, el lugar  idóneo  como refugio de ácaros. Hacía un par de días que la escoba no pasaba por allí y ya se podía ver como el suelo había olvidado su pulida rectitud original prefiriendo ese otro porte, el que le otorgaba un relieve más ondulado, cargado y tosco, diferente. Algunas pelusas, residuos muertos de los dos perros que merodeaban durante el día la habitación, se agrupaban sobre los rosetones, círculos, pentágonos y hexágonos que geométricamente se dibujaban  sobre el suelo. Con el aire, los gráciles bamboleos de las pelusas recordaban las ramas del verde olivo expuesto en primavera al sol, disfrutando de los rayos y la brisa que le regala la tierra llana. Un edredón blanco bien mullido caía por uno de los costados dejando entrever su silueta. Al fondo, una botella de agua junto a tres pares de zapatos escrupulosamente alineados en fila delimitaban el margen del canapé. Bajo el cabecero de la cama, una pared blanca que recientemente había sido pintada imponía el otro límite. A esa hora, ya de noche, tan solo la luz artificial que iluminaba la estancia era capaz de colar tímidamente algo de claridad en una zona tan recóndita y por lo general tan apartada de miradas ajenas; reducto de temores infantiles, aquel lugar oscuro y resguardado se prestaba para dejar volar la imaginación y recordar, con cierto halo de nostalgia, los inocentes temores que en una niñez ya casi olvidada, surgían por lo que allí abajo pudiera por la noche esconderse.